La descentralización en general ayuda a la gobernanza local, ya que permite que políticas complejas se adapten a las realidades locales, particularmente cuando hay heterogeneidad entre las regiones y mucha información local que debe alcanzar al centro de decisión. Sin embargo, hay una tensión en el nivel de descentralización cuando existe una pronunciada desigualdad en las capacidades de las burocracias del centro y las regiones.
Asimismo, el éxito de los gobiernos locales está íntimamente relacionado con el pilar de participación ciudadana y rendición de cuentas de la gobernanza. Algunos pensadores políticos sugieren que el nivel de descentralización óptimo aumenta con la capacidad de las burocracias locales. Cuando las burocracias locales son débiles por corrupción o capacidades, lo óptimo es que las decisiones se tomen en el centro administrativo del país, donde se concentran las capacidades. Sin embargo, a medida que los países se desarrollan, las capacidades locales aumentan y ello hace deseable, desde la perspectiva de la calidad de la gobernanza, niveles crecientes de autonomía (Fukuyama, 2013). La creciente demanda por autonomía en el país, por lo tanto, se enmarca en el contexto de una nación que se desarrolla y en el que aumentan las capacidades locales.
La reforma constitucional de 2016, que estableció la elección de los gobiernos regionales, representa un hito trascendente en el proceso de descentralización en Chile. Cuando aún no terminan los primeros ciclos de gobiernos regionales, los escándalos de corrupción en torno al llamado “Caso Convenios” representan un cuestionamiento al proceso de descentralización. En este contexto, el índice de calidad de la gobernanza regional sirve para evaluar de manera parsimoniosa el proceso de descentralización.
El Índice de la Calidad de la Gobernanza Regional demuestra que solo 5 de las 16 regiones de Chile tienen un indicador de gobernanza inferior a la Región Metropolitana. Esto refuerza la idea de que, a pesar de algunos escándalos particulares, desde la perspectiva de la gobernanza, la mayoría de las regiones está igual o mejor preparada que el centro para recibir crecientes niveles de autonomía. Sin embargo, la heterogeneidad descubierta en la calidad de la gobernanza invita a pensar en acompañar el proceso de descentralización con inversiones complementarias que fortalezcan las gobernanzas regionales.